REQUISITOS PREVIOS A LA ORACIÓN
Mucha gente no avanza en la oración por descuidar la preparación previa. Hay veces en que, al querer orar, te encontrarás sereno. En este caso no necesitas ningún ejercicio previo. Sin más, concéntrate, invoca al Espíritu Santo, y ora.
Otras veces, al inicio de la oración, te sentirás tan agitado y disperso que, si no calmas previamente los nervios, no conseguirás orar.
Puede suceder otra cosa: después de muchos minutos de serena oración, de pronto te das cuenta que tu interior se está poblando de tensiones y preocupaciones. Si en ese momento no echas mano de algún ejercicio de relajación, no solamente perderás el tiempo sino que te resultará un momento desapacible y vacío.
Hay unos cuantos ejercicios muy simples para ayudar a entrar en la oración. De ti depende cuáles, cuándo, cuánto tiempo y de qué manera utilizarlos, según necesidades y circunstancias.
Siempre que te pongas a orar, toma una posición corporal correcta -cabeza y tronco erguidos-. Asegura una buena respiración. Relaja tensiones y nervios, suelta recuerdos e imágenes, haz vacío y silencio. Concéntrate. Ponte en la presencia divina, invoca al Espíritu Santo y comienza a orar. Son suficientes cuatro o cinco minutos. Esto, cuando estés normalmente sereno.
· Relajación corporal. Tranquilízate, concéntrate y ve soltando uno por uno cada miembro de tu cuerpo do, (como estirando, apretando y soltando músculos) sintiendo cómo se liberan las energías.
· Relajación mental. Tranquilízate, concéntrate piensa en la palabra "paz" sintiendo cómo la sensación sedante de paz va inundando primero el cerebro (unos minutos sentir cómo se suelta el cerebro); y después recorre ordenadamente todo el organismo.
· Concentración. Con tranquilidad, percibe (simplemente sentir y seguir sin pensar nada) el movimiento pulmonar, muy concentrado. Después, ponte tranquilo, quieto y atento; capta y suelta todos los ruidos lejanos, próximos, fuertes o suaves. Después, con mayor quietud y atención, capta en alguna parte del cuerpo los latidos cardíacos, y quédate muy concentrado en ese punto, simplemente sintiendo los latidos, sin pensar nada.
· Respiración. Ponte tranquilo y relajado. Inspira por la nariz lentamente hasta llenar bien los pulmones, y espira por la boca entreabierta y la nariz hasta expulsar completamente el aire. En suma: una respiración tranquila, lenta y profunda. La respiración más relajante es la abdominal: se llenan los pulmones al mismo tiempo que se llena (se hincha) el abdomen; se vacían los pulmones, y al mismo tiempo se vacía (de deshincha) el abdomen. Todo simultáneo.
Debes utilizar estos ejercicios con libertad y flexibilidad en cuanto al tiempo, oportunidad, etc.
Al principio, quizás, no sentirás efectos sensibles. Poco a poco irás mejorando. Habrá veces en que los efectos serán muy positivos. Otras veces, lo contrario. Así de imprevisible es la naturaleza.
Hay quienes dicen: la oración es gracia; y no depende de métodos ni de ejercicios. Decir eso es un grave error. La vida con Dios es una convergencia entre la gracia y la naturaleza. La oración es gracia, sí; pero también es arte, y como arte exige aprendizaje, método y pedagogía. Si mucha gente queda estancada en una mediocridad espiritual no es porque falle la gracia sino por falta de orden, disciplina y paciencia; en suma, porque falla la naturaleza.
Además ayuda para la oración:
· Buscar un lugar fijo para orar siempre en el mismo sitio.
· Tener también una hora determinada, procura que sea siempre la misma.
· Intenta que tanto el lugar, como el momento favorezca el silencio para que te concentres.